martes, 17 de diciembre de 2013

Agileia



Los Padres Antiguos vinieron y nos revelaron la Verdad Única: la muerte es solo el paso, el tránsito hacia otra vida. Aquel día glorioso, cuando más perdidos estábamos, descendieron con sus naves y se presentaron ante nosotros en todo su esplendor. Nuestros Padres brillaban como el sol. Entonces comprendimos que jamás habíamos estado solos en este vasto, oscuro y frio Universo. Siempre habían cuidado de nosotros como sus hijos que eramos.Habia otros como nosotros repartidos en infinidad de mundos a lo largo de toda la galaxia, pero nos dijeron que eran los pequeños humanos los más queridos en su corazón. Por eso habían vuelto  y fue un momento grandioso, pero sabed algo: ellos nunca vuelven. Y sin embargo allí estaban. Nos veían tan perdidos, tan desesperados. Sus vástagos se hundían sin remedio en un profundo abismo, desaparecíamos arrastrados por los horrores de la guerra y la aniquilación de los recursos que nos habían permitido subsistir y desarrollarnos hasta entonces. El hambre y las enfermedades nos habían diezmado, nos apagábamos lentamente consumidos por la miseria y el horror.
  Y así resurgimos. La humanidad volvió a medrar, esta vez con paso firme y virtuoso, con la ayuda de Los Padres Antiguos. Volvió el progreso y la tecnología. Crecieron ciudades tan grandes como jamás se habían visto antes. Y la ciencia impulsada por la sabiduría de nuestros progenitores llego tan lejos que apenas nos reconocíamos cuando volvíamos la vista atrás.
Muchos empezaron a adorar a nuestros Padres como si de dioses se trataran. En todo eran superiores a nosotros: en belleza, en inteligencia, en tecnología. Me atrevería a decir que nosotros éramos apenas una copia, un débil resplandor de aquella estirpe original de la que proveníamos. Algunos rostros se volvían hacia ellos buscando una guía en la luz de aquellas figuras paternales. Pero la mayoría huíamos en silencio. Teníamos miedo de su omnipotencia, de que alcanzaran nuestros más íntimos pensamientos. Que encontrasen la parte más oscura que se oculta en los corazones de cualquier humano. Aquel paternal control nos exacerbaba, aquella supervisión continua disfrazada de amables consejos nos hacía sentir inútiles, en cierto modo sentíamos que habíamos perdido aquello que siempre nos había hecho triunfar o vernos empujados hacia el desastre absoluto: nuestro libre albedrio.
   Pero había algo peor: La Verdad Única había sido revelada. La muerte es solo el paso hacia una nueva vida. Nos convertiremos en energía pura, nuestra consciencia trascenderá y nos fundiremos con el saber de todas las generaciones que pasaron al otro lado antes que nosotros y así nos sentiremos más vivos que nunca. Para muchos era la liberación del miedo más atroz que había perseguido a lo largo de la historia a la humanidad, ya no habría que temer nunca más a la muerte. Nos despediremos de nuestros seres queridos con una sonrisa y diciéndoles: “te esperare en el otro lado”. Pero había una gran parte de nosotros que vivía horrorizada con aquello. ¿No podríamos descansar nunca? No queríamos nada más, solo dejar atrás nuestra vida llena de amargura y simplemente desaparecer.
  Por eso surgió la Agileia.Unos pocos la crearon en la más absoluta clandestinidad y Gran parte de la humanidad  consumió esta droga en masa. La droga que volvía rígidos tus miembros, que detenía el proceso vital y que te dejaban en un estado permanente de suspensión. Solo oscuridad eterna. ¿Por qué sentirse vivo para siempre?
Los Padres entendieron entonces que había algo que había salido terriblemente mal en el desarrollo de aquella semilla plantada hacia eones en aquel diminuto mundo llamado Tierra.
La progenie humana no tenía remedio. Tenía un defecto de base. Preferían ser libres a ser felices. Por ello Los Padres Antiguos programaron un Nuevo Diluvio para empezar desde cero.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Vientos Metálicos








Con las primeras luces del alba abrí los ojos y…grité. El droide T25, un robot obscenamente caro, permanecía en la penumbra de la habitación mirándome silencioso al pie de mi cama. Las rendijas de luz de la persiana se listaban sobre su pulida superficie metálica.
-¿Desea algo para desayunar? Noto sus pulsaciones por encima de los valores medios –pregunto en su tono aséptico
-¡Cacharro del demonio! ¡Qué susto me has dado! ¡No vuelvas a hacerlo! –le ordene colérico.
-¿No quiere desayunar nunca más?
  Intente incorporarme y sentí un dolor lacerante en el hombro izquierdo. Noté que el vendaje estaba lleno de sangre. Intente alejar el dolor apretando los dientes y pensando en otra cosa.
-T25 prepara vendajes limpios y desinfectantes.
-Como desee.
Con un zumbido el droide salió de la habitación. Tarde un rato en abandonar la cama. Me quede allí en la penumbra pensando. Maldita Corporación. Sólo un día después de abandonar el hospital habían enviado aquel droide.Uno de última generación. “Necesitamos asegurarnos que nuestro mejor técnico se recupera lo antes posible”, dijeron con aquella sonrisa impostada. Pero no me había caído de un guindo. Aquel robot tenía otros propósitos. Estaba convencido de que la Corporación sospechaba algo.
   -¿John? –Sonó una voz angelical al otro lado del teléfono.
   -Hola Alice
  -¿Cómo esta ese hombro?
  -Bien, acabo de limpiar la herida y poner vendajes limpios.
 -¿Aun no puedes salir no?
- Aun sigo en cuarentena, se me va a hacer eterno…
-Tengo muchas ganas de verte…
- Y yo a ti...
  Tenía que tener cuidado. Sabía que de algún modo aquel engendro robótico podía estar espiando mis conversaciones. O tal vez era más sencillo, tal vez el teléfono estaba pinchado. El estómago empezó a rugir.
-Detecto sus niveles de proteínas C7 y B4 bajos. Le recuerdo profesor Smith que no ha ingerido su desayuno –sermoneó el droide.
-Ya. Ya... prepárame unos huevos con beicon.
-Le recomiendo una compota de fruta, ayudara a corregir el nivel de grasas profesor.- apuntó el robot con aquellos ojos-led rojos parpadeantes.

-¡Prepárame unos malditos huevos! –grité
-Como desee. Déjeme advertirle que noto sus pulsaciones por encima de los valores medios otra vez.
-¡Vete a freír espárragos!

  El accidente había ocurrido diez días antes. Manejábamos plutonio en estado solido. Calculábamos las dosis y utilizábamos aquellos cilindros metálicos para poder transportar la mercancía. Toda la red de seguridad fue sobrescrita en apenas 24 horas, por lo que ninguno de nuestros movimientos estaban siendo registrados. La cuestión era como sacar aquello de allí sin que ninguno de los controles de seguridad detectase los cilindros.
Abrí los ojos y me lo encontré otra vez allí. Delante del sofá. ¿Aguardaba instrucciones o hacia realmente otra cosa? ¿De qué era capaz aquel droide?
MANI, HE ENCONTRADO ESTE MOVIL ANTIGUO EN EL CAJON.HE CONSEGUIDO HACERLO FUNCIONAR.CREO QUE ESTA FUERA DE PELIGRO POR LO QUE ES UN CANAL SEGURO.ESTOY SIENDO VIGILADO POR LA CORPORACIÓN.NO PUEDO SALIR.NO PUEDO USAR MI CONEXIÓN A LA RED.AVERIGUA TODO LO QUE PUEDAS DEL T25.NO ESTA A LA VENTA EL MODELO, ¿VERDAD?
Mire a mis espaldas y vi al droide parado en el umbral de la puerta. ¿Me estaba vigilando? ! Me seguía a todas partes!
-¿Qué haces ahí parado?- le pregunté nervioso.
-Profesor, Mensaje de la Corporación para usted.
-Adelante – refunfuñe.
El torso delantero del droide se ilumino y apareció una pantalla brillante. Una mujer de más de cuarenta y pelo recogido sonreía desde el otro lado.
-          Buenos días ¿Cómo se encuentra esta mañana profesor?
-          Buenos días Catherine, me encuentro mejor.
-          ¿Está siendo de ayuda el T25?
-          Oh si, muy servicial
-          Estamos deseando que se recupere lo antes posible. Le necesitamos por aquí cuanto antes. Su ayuda es fundamental para nosotros.
-          Yo también tengo ganas de volver al trabajo.
-          Muy bien. Los informes que nos llegan del T25 respecto a su recuperación son muy satisfactorios.

Dormí un rato. Volví a rememorar el accidente. Mi compañero Paul ardía literalmente. Yo a través de la ventanita redonda, al otro lado de la puerta, le veía consumirse sin poder hacer nada!!Estaba saliendo todo mal! Parecía tan fácil! ¿Qué harían ahora los rusos cuando se diesen cuenta de  que su mercancía no iba a llegar nunca?
-¿Profesor? – La voz metálica me devolvió a la realidad
Restregué mis ojos. Estaba realmente cansado. Notaba los miembros cada vez más entumecidos. Me levante apartando a un lado al droide y camine hasta la cocina. Tenía el estómago revuelto. Busqué el bicarbonato en la despensa. Derrepente un botecito cayo de un estante superior.
-¿Qué demonios?
Lo recogí y lo sostuve en mi mano.
POTASIO PLUMBICO E-34
Noté una punzada de dolor en la piel. ¡Maldito engendro! ¿Me estaba envenenando?
Sonó un bip-bip.
HOLA JOHN.SOY MANI.EL T25 ES UN ROBOT EXPERIMENTAL.LA CORPORACION LO ESTA VENDIENDO AL EJERCITO COMO ARMA DE APOYO A OPERACIONES TERRESTRE.NO PUEDO SEGUIR ESCRIBIENDOTE.ESTE YA NO ES UN CANAL SEGURO! SAL DE AHÍ!!
Sentí un sudor frio y unas nauseas terribles. Me apoye contra la encimera de la cocina. La cabeza me daba vueltas.
-¿Profesor? ¿Se encuentra bien? Registro sus pulsaciones por encima de la media. Déjeme administrarle un calmante.
-¡Aléjate de mí! – agarre un rodillo de cocina.
-Mi misión es garantizar su recuperación de forma satisfactoria. Tengo que administrarle el calmante.
-¡Te he dicho que te alejes!
Mi visión se nublaba. Unos segundos antes de perder la consciencia note un pinchazo a la altura del cuello. Sentí como si  mil alfileres se clavaran  en mi cerebro. ¿Era aquello real? Mis recuerdos empezaron a volar fuera de mí con rapidez! Aquella maquina estaba extrayendo toda la información de mi cerebro y a la vez estaba borrando quien era Yo! ¿Era aquello real?
¿Qué estaba pasando?¿Por qué  siento dolor? ¿Quién soy?




jueves, 5 de septiembre de 2013

La Caza









Una imponente figura apareció en el centro del poblado montada a caballo. Le acompañaba otra silueta más pequeña que llevaba al animal cogido de las riendas. Ambas sombras caminaban luchando contra la ventisca avanzando lentamente y abriendo profundas huellas en la nieve.
Se detuvieron delante de una  puerta de madera.Un cartel congelado colgaba de la esquina del edificio y gemía oxidado balanceado por el viento. El gigantón descabalgó y con su manopla de piel golpeo los listones blanquecinos de la puerta.
-¡Abrid! –grito una voz gutural.
 El más pequeño frotaba sus brazos intentando entrar en calor.
  Con un crujido la puerta se abrió y en el umbral apareció un posadero regordete con un sucio mandil.Vio a los dos personajes (uno de ellos enorme) envueltos en pieles hasta las orejas. Apenas se les veían los ojos. Del interior se escapó el calor de algún hogar encendido.
-¡Por todos los dioses del Infierno no te quedes ahí pasmado y déjanos entrar ya!- Arreció la voz del grandullón fría como el viento que ululaba.
-¡Perdón! !Pasad, pasad! !Estáis en vuestra casa!-  reaccionó el posadero echándose a un lado.
-¡Tú jovencito! Lleva el caballo al establo y asegúrate de que coma – le espetó el gigante a su  compañero.
  El hombretón entró en la posada con dos grandes zancadas sacudiéndose la nieve como un perro.
-¡Que frio hace en este país de mierda! –murmuró.
Se quitó la capucha y miro alrededor. Penumbra. Solo había unos pocos paisanos en el local, algunos  ensimismados en sus rutinarios pensamientos sin apartar la vista de la cerveza caliente,y  otros hablando bajito, como si conspiraran, reunidos en los puntos más oscuros y discretos del salón. Pocos se fijaron en el gigante que acababa de entrar.
Este buscó un sitio lo más cerca de la chimenea y esperó impaciente. Volvió a abrirse la puerta de la posada y apareció su compañero azotado por los vientos crueles. Rápidamente cerro y apenas unos copos de nieve se colaron dentro. El joven miró despistadamente un rato, vio a su jefe al fondo y allí fué.
-¡Mira que has tardado! ¿Y el caballo? –preguntó el gigante.
-El caballo  bien. Lo he dejado con el mozo. No tenían mucha avena.
-Vaya, !como no!.Por cierto, ¿Dónde demonios está el posadero? ¡Posaderoo! – vociferó La Bestia.
Como por arte de magia apareció el aludido saliendo por una puerta.
-¿Van a cenar?- preguntó
-Depende de la bazofia que se sirva aquí, aun así esa es nuestra intención señor mio.
El posadero se secó el sudor de la calva ante la mirada amenazante y miró hacia la cocina:
-Pues esta noche tenemos patatas con carne, si es de su gusto.
-Bien, trae un plato grande y dos cucharas. Con vino caliente para mi y para el chico agua.
-¿Agua? –protestó el joven.
El hombretón soltó un manotazo
-¡Ay!
-Cuando seas un hombre beberás como yo, ¡hasta entonces a callar!
Fuera, el viento seguía arreciando y la noche caía lentamente sobre la pequeña aldea. En una de las ocasiones en las que el posadero se volvió a la mesa ,el gigante le agarró por el brazo y  preguntó:
-Por cierto, ¿Dónde puedo encontrar al Condestable?
-¿A estas horas? ¡Debe estar durmiendo!- respondió azorado el otro.
-Da igual, tengo un asunto de urgencia que tratar con él y no puede esperar a mañana. Mañana me gustaría zanjar el negocio y largarnos de aquí.
El muchacho comía patatas como si el asunto no fuera con él. El posadero se encogió de hombros y dijo:
-Es la casa grande al final del pueblo.- y desapareció por la puerta.
  Una hora más tarde estaban golpeando el llamador de la citada casa. Se oyeron pasos al otro lado. El viento había cesado y solo caía una nieve mortecina. La oscuridad era absoluta y apenas se veía un palmo más allá de la nariz.
-¡Ya va! ¡Ya va! ¡Me vais a derribar la puerta!- se oyó gritar al otro lado.
Y La puerta se abrió .Asomó por el umbral el Condestable, hombre de mediana edad de cabello desmadejado y que con malos humos sujetaba un candil.
-¿Quién demonios sois vosotros y que haceis llamando a estas horas?
El grandullón dio un paso al frente y su ceñudo rostro se iluminó a la luz del candil.
-Soy Odric Mazmartigan, Campeón de la reina Valeste.Y este es mi escudero Salizan de Monte Claro.
-¿!Odric? !Virgen Santa!!No puedo creerlo! – los ojos del Condestable se abrieron como platos
-Estupendo, presentaciones hechas. ¿Ahora podemos pasar? Se me estan helando los..
 Un rato después estaban sentados en la mesa del despacho del Condestable. La luz de una lámpara de cera iluminaba una estancia atestada de libros.
Una mujer somnolienta apareció bajando una escalera:
-¿Quiénes son a estas horas Martín?
-¡Vete a acotar otra vez mujer! – le espetó el otro echándola de mala manera.
-Perdonad a mi mujer, es una cotilla
   Odric gruño impaciente sin prestar atención al hombre. El escudero daba vueltas por la habitación curioseando entre los libros. El Condestable se sentó y sirvió vino caliente a Odric, quien se había quitado la capa de pieles y lucía un jubón de viaje rojo con el símbolo de la casa de Idis.
-Vos me habéis llamado, ¿qué es lo que ocurre? !Diantre que vino más malo! ¿Es que no tenéis nada más decente?
-Lo siento, no ha sido un buen año para nada.- se excusó Martín- el mismísimo Odric...¡por el Altísimo!. Esperábamos en realidad a algún héroe menor, !pero no al Campeón de la Reina!.
-Ya,ya..Bueno ,pues al grano. La reina está preocupada por las cosechas de esta zona, ni que decir tiene que en estos momentos de guerra el abastecimiento de las regiones del sur son prioritarias, y ahora no podéis cosechar por la bestia esa .Porque en la misiva hablabais de una bestia ¿no?
-!Por Dios Muchacho, deja de tocar esos libros!!Por una vez estate quieto!-grito Odric
El condestable continuó:
-La bestia de Arzak la llaman ahora. Ha arrasado ya todos los campos al oeste del rio. Baja de las montañas heladas de Gidion cada dos o tres noches.!Ha matado ya a más de una docena de granjeros!
  Odric se meso las barbas como pensativo y dijo a continuación:
-Ya veo, ¿Alguien ha sobrevivido? ¿Alguien ha visto como es la bestia esa?
Limpiándose el vino del morro con la manga de terciopelo, Martin saco un dibujo hecho a carbón de uno de los cajones.
-Renald hizo esto, vivía en la tercera granja subiendo por el puente a la derecha.! La bestia es rapidísima. Dormían todos cuando se coló,  y mato a toda la familia en apenas un susurro. Ni siquiera se despertaron. El pobre Renald huyo de milagro, cuando llego aquí  tenía el brazo izquierdo devorado hasta el hombro y unas heridas terribles. Murió solo tres días después.
Alargando el brazo le paso el dibujo.
Odric apenas le echo un vistazo y se froto los ojos cansados:
-mierda, mierda, mierda.- dijo
-¿Qué pasa? – pregunto Salizan volviendo de sus ensoñaciones.
-¿Qué es? – dijo el Condestable preocupado.

-¿Qué es? Es una puñetera Manticora. ¡Joder!


****

En medio del vendaval de nieve aparecieron dos ojos. Ardían como ascuas furiosas y avanzaban hacia el chico con lentitud. Entonces Las mandíbulas de la criatura se abrieron y dejaron escapar un rugido letal que reverbero por todo el valle. El muchacho estaba paralizado por el miedo. La enorme figura de la bestia fue recortándose y haciéndose más clara contra el cielo gris tormenta. Pudo ver claramente los colmillos rezumar sangre y la respiración entrecortada del animal. Las garras hacían crujir la nieve parsimoniosamente mientras la sangre se agolpaba en el cerebro del escudero...
-¡Salizan!
  El muchacho fue arrancado bruscamente de su sueño. La grotesca cara de Odric fue lo primero que vio al abrir los ojos...
-¿Es ya de día?
-¿De día? Aún quedan por lo menos tres horas para el amanecer. Estabas gritando como una niña y me has despertado.
 Salizan se restregó los ojos.
-Lo..lo siento.
Odric gruño una maldición por lo bajo y volvió a la cama.El candil apenas arrojaba luz en la habitación.
-Por cierto jovencito, mueve el culo y da de comer a Ariadna. Ayer por la noche se te olvido.
-¡Cierto!
  El joven se levantó y a trompicones se puso las calzas y el jubón. En la semioscuridad abrió una puerta y entro en la estancia de al lado. Allí dentro encendió una lámpara de aceite que iluminó un estuche alargado de cuero negro recubierto de extraños símbolos. Somnoliento aún, dejó la lámpara a un lado y puso las dos manos sobre el estuche. Murmuró unas palabras y la funda se abrió lentamente. La luz de la vela se arrastró por la superficie plateada de una espada, arrancando hermosos destellos.
-¡Ariadna..Ariadna! ¡despierta! – susurró Saliz.
Hubo una breve vibración en la hoja y entonces se escuchó una tenue voz:
-¿Saliz? Está muy oscuro... – dijo la espada.
-Aun es de noche Ari..pero tienes que comer ahora.
El arma emitió un gruñido de protesta.
-Vamos Ari, sal... – le pidió el chico.
  Una pequeña figura de apenas medio palmo se materializo al lado de la espada. Era más oscura que la propia negrura que imperaba en la habitación. Tenía el cuerpo de una mujer y dos alas membranosas, ahora recogidas entorno a los hombros desnudos. Los ojos brillaban azules como el cielo.
-          Estoy cansada Saliz...
-          Vamos Ari, tienes que comer...
El escudero desenvolvió un lienzo que guardaba en una bolsa. Dentro había un pedazo de carne de caballo cruda. Aproximo la carne a la criatura que se desperezaba indolente.
Ariadna comenzó lamiendo el pequeño charco de sangre que la carne había dejado sobre la mesa y después fue dando pequeños mordiscos a la misma con sus colmillos menudos.
-¿Mejor? –Pregunto Salizan.
-Si- respondió la criatura lamiéndose la boca.

A la mañana siguiente caminaban por el puente helado que conducía a las granjas del noroeste. El día había amanecido despejado y frio. Las montañas de Gidion se recortaban brillantes contra el cielo azul intenso. Desde que habían partido de Villa de Arzak no se habían encontrado con nadie. El caballo resoplaba y Odric guardaba un lúgubre silencio.
  Las primeras haciendas que encontraron a ambos lados del camino estaban cerradas a cal y canto. Los animales tampoco se encontraban en el establo. Un silencio espectral enmudecía el ambiente.Derrepente Odric observo humo saliendo tras una gigantesca colina nevada. Se aproximaron en aquella dirección y el aire empezó a oler a ceniza. Encontraron un rastro al pie de la colina. Por allí discurría un pequeño camino al lado de un arroyo helado. El gigante descabalgo y observo con detenimiento cientos de huellas de pies que corrían en dirección al páramo.
-Huían de algo – murmuro Odric.
-¡Aquí señor! – señalo Saliz.
  La gigantesca huella de una garra se hundía en la nieve sobre un charco de sangre reseca.
-Mira esto muchacho- Odric alargo algo al escudero.
Era como un colmillo oscuro del tamaño de su palma.
-Ten cuidado jovencito. Esta envenenada.
-¿Qué es?
- Es una espina de  Manticora. Las tienen en la cola. Te alcanza una de esas y estas fiambre.
Saliz soltó la espina inmediatamente...
-Sigamos – dijo Odric.

Siguiendo el rastro de la Bestia llegaron al pueblo de donde procedía el humo, que se elevaba lánguido hacia el cielo. El eco solitario de los cascos del caballo hizo que los cuervos arrancasen a volar.
A la entrada, entre casas derruidas y carbonizadas, encontraron una escena dantesca. En la plaza yacían una docena de cuerpos apilados de forma caprichosa, algunos semidevorados, todos retorcidos grotescamente. Las caras mostraban un último grito de terror congelado,  solo un segundo antes de que el alma se escapase del cuerpo. El campeón se tapó la nariz asqueado y el joven escudero simplemente vomito.
  Odric se agacho cerca de un cadáver, un poco más apartado del resto, y le cerró los ojos .Entonces  vio de nuevo las huellas de la Manticora a su lado. Estas se alejaban internándose por la calle principal de la Aldea junto con un rastro de sangre: era como si un cuerpo hubiera sido arrastrado.
-Tráeme a Ariadna –pidió secamente el caballero.
  Saliz saco la espada del estuche que colgaba del costado del caballo, la acaricio un momento.
-No tengas miedo Ari – susurro.
y se la dio a Odric.
-Sígueme a una distancia prudencial muchacho – dijo este con gesto serio
 Con paso vacilante se internaron en la calle principal  siguiendo el reguero de sangre seca. El viento gélido empezó a soplar de nuevo. El silencio les envolvía pesadamente y podían ver a ambos lados de la calle señales de la cruenta matanza: cristales rotos, sangre salpicando las ventanas, puertas ennegrecidas…Cuando habían recorrido la mitad del camino de repente escucharon un terrible estrépito. Odric hizo una señal y se detuvieron expectantes sin hacer ni un ruido. El gigante miro a ambos lados nervioso con la espada en alto. Miró hacia el muchacho y le hizo una señal para que le siguiera por una calle estrecha.
Desembocaron en lo que parecía un antiguo almacén de piedra a lado de un pozo. El rastro de la bestia se perdía allí. Allí el silencio era aún más amenazante. Algunos copos comenzaron a caer. El almacén tenía dos enormes puertas de madera, una de ellas yacía en medio de la nieve destrozada. De pronto comenzaron a escuchar el llanto de un niño que provenía del interior.
-¡Qué demonios! –mascullo el caballero temblando.

Saliz miro hacia la negrura del almacén con el gesto desencajado. Entonces súbitamente la espada Ariadna se volvió negra y empezó a vibrar. Odric apretó los dientes y comenzó a andar hacia la puerta con pasos vacilantes.

***

El llanto del crio se hizo mas intenso.Saliz hizo el gesto de seguir al caballero pero este le detuvo con un ademan.
-¡Quieto!-
Ajusto las cinchas de la coraza, bajo la visera y se interno en la oscuridad del almacen.
  Odric fue avanzando pegado a la pared con el mayor sigilo posible. Haces de luz se colaban a través del techo agujereado e iluminaban los tablones del suelo.La madera crujía levemente bajo sus pies.Al fondo la oscuridad era impenetrable.El llanto del niño era interrumpido de cuando en cuando por sollozos desconsolados.La voz de Ariadna llego a los oídos del gigante siendo apenas un susurro.
-¿Por qué llora un niño? ¡Pobre! ¿Dónde esta?
-shhh..calla Ari.. No hay ningún niño.La bestia esta imitando el llanto de uno.
Con el arma apuntando hacia la oscuridad Odric dijo amenazante:
-Sal de ahí
De pronto el filo de la espada empezó a vibrar enloquecidamente  y una masa negra y enorme se abalanzo desde el techo rompiendo las vigas de madera.Tablones y astillas saltaron por todas partes y el caballero dio un traspiés empujado por aquella fuerza descomunal.Según caia de espaldas blandio su espada en el aire hacia la criatura.Unos colmillos ensangrentados soltaron una dentellada a escasos centímetros de su cara.La bestia cayo con agilidad sobre el suelo y dio un salto hacia atrás encarándose con el caballero.Este se levanto pesadamente recuperando la postura de combate.
-¡Engendro del demonio..!
Ahora la veía perfectamente en la penumbra del almacen: la cabeza descomunal,el hocico húmedo y grotesco,los ojos rojo zafiro llameantes.El polvo caia sobre la escena lentamente y Odric podía oir perfectamente la respiración entrecortada del animal.La espada ardia literalmente en su mano.El inmenso poder de la misma se canalizaba por sus venas y hacia palpitar su sien.
 La bestia abrio las mandíbulas y una voz recito un canto  en un lenguaje oscuro y antiguo.El caballero se dio cuenta tarde de lo que estaba pasando.Un manto negro cayo súbitamente y su vista se fundio en negro.Se había quedado ciego.
Saliz en el exterior empezó a oir un rugido ensordecedor, como un huracán terrible.A continuación un estruendo descomunal sacudió los cimientos del desvencijado almacen.La voz de Odric se elevo  en el aire dibujando un alarido terrible y una explosión de polvo y madera fue vomitada al exterior a través de la puerta.
-¡No! – grito el muchacho
   Con paso vacilante fue acercándose a la entrada del almacen.Un sepulcral silencio vibraba en el aire.La nube de polvo fue disipándose. Cruzo el umbral.En el centro de la escena  el sol  fue arrancando destellos a la armadura de Odric, semienterrada entre cascotes.
-¿Señor? –aventuro el joven angustiado
   Retiro algunas maderas y emergio la cabeza del caballero y parte de su cuerpo.Saliz levanto la visera del casco.Una terrible herida hacia borbotar sangre de su cuello.Con los ojos semientornados y los labios resecos,Odric musito:
-Salinzer..hijo.
  El joven sujetaba la cabeza de su señor tembloroso.Las lagrimas empañaban sus ojos.
-¡Coge a Ariadna y sal de aquí! –espetó el caballero.
Y los ojos se tornaron grises.Asi fue como la vida del Campeon de Valeste se apago para siempre.
Saliz oyo un crujido a su espalda y un gruñido sordo.Rapidamente empezó a retirar los cascotes que aprisonaban el brazo del caballero muerto.Miro a su espalda y observo dos pupilas encenderse rasgando la oscuridad y un ronroneo amenazante.
La bestia fue abandonando la negrura y mostrándose bajo el haz de luz que caia del techo.El escudero hundio su mano entre los cascotes buscando nerviosamente la espada y por fin su mano se cerro entorno a la empuñadura de Ariadna.El arma vibro:
-¡Saliz! – Oyo despertar a la voz demoniaca encerrada en aquel filo.
  Con un súbito rugido la criatura se abalanzo sobre el joven.Al mismo tiempo una descarga sacudió el brazo de Saliz y la espada negra se libero repentinamente ,impulsando el cuerpo del muchacho hacia la bestia y describiendo un arco letal hacia las mandíbulas abiertas.
   En un mar de confusión Saliz fue embestido brutalmente por la mole a la vez que el filo del arma se abria paso salvajemente a través del cuerpo de la bestia.La  Manticora bramó enloquecida y una cortina de sangre negra envolvió al muchacho. Ambos cuerpos chocaron con violencia contra la pared de atras y Saliz , aplastado, perdió la consciencia.
               
   Nado por un mar de negrura durante mucho tiempo.Luego vinieron imágenes de su niñez, y su padre en la granja.Finalmente volvió a abrir los ojos.
Se encontraba en una cama postrado.La luz de la mañana entraba por una ventana a su derecha.Olia a jazmines.Reconocio el lugar, estaba de vuelta en el castillo.
-Aún me pregunto como has sobrevivido, eres apenas un chiquillo.¿Cómo te encuentras?
  Saliz abrió los ojos como platos.Al pie de su cama se encontraba la mismísima reina Valeste.Sonreia y sus ojos  brillaban aun mas que aquella mañana azul de invierno.El chico se pregunto si realmente había sobrevivido y si todo aquello no era un sueño, y el seguia tirado inerte en aquel almacen. 






Recuerdos del Futuro

   






     Y sí, finalmente hubo una Gran Guerra  y el cielo entero se iluminó con el estallido de miles de bombas. Tantas , que la humanidad estuvo a punto de desaparecer. Las grandes ciudades fueron destruidas por un fuego arrasador y muchas se hundieron bajo las aguas. Los pocos seres humanos que quedaron escaparon bajo tierra como conejos que huyen a su madriguera. El silencio vino, los vientos soplaron con furia, y miles de soles cruzaron el cielo. Y después de casi un siglo la vida poco a poco comenzó a recuperarse otra vez.
  Aquellos que por primera vez volvieron a pisar la superficie eran los hijos de los hijos de aquellos otros que un día se refugiaron bajo ella , y cuando volvieron a respirar el aire de la mañana bajo los cielos claros y azules, no se percataron de que ya no recordaban nada de lo que había ocurrido. La Gran Guerra apenas era una imagen borrosa y lejana.
  La vida se abrió paso más fácilmente lejos de tierra firme, y fue especialmente floreciente en algunas islas de lo que un día llamamos El Pacífico. Para aquellas gentes  los grandes continentes eran sólo un mito imposible de alcanzar y su nueva Civilización la construyeron en aquellos pequeños pedazos de tierra rodeados del mar infinito, donde establecieron sus leyes, y ajenos de cualquier peligro, vivieron en una curiosa armonía jamás antes vista en la Historia de la Tierra. Pocos se preguntaron de dónde venían  o que había habido antes. Simplemente daban por hecho que todo siempre había sido así. Y Sin embargo, recuerdos en forma de antiguos aparatos y cachivaches de antes de la guerra pululaban por las islas, la mayoría abandonados entre la vegetación u oxidados en agujeros, olvidados por sus herederos que ni sabían lo que eran si se preocupaban en averiguarlo. La tecnología de por aquel entonces diríamos que era más bien primitiva: ruedas y poleas, empalizadas de juncos ,etc. La vida sencilla que llevaban tampoco precisaba de más.
   Pero había un artefacto del mundo antiguo que sí que funcionaba, y era increíblemente maravilloso. Y lo más sorprendente de todo es que era propiedad de una niña de apenas 15 años que era toda una leyenda en el lugar. El aparato en cuestión era una avioneta roja preciosa. Los isleños primero oían el rugir del motor y luego levantaban su vista hacia el cielo maravillados, viendo como aquel pájaro cruzaba el firmamento arrebatándole destellos al sol.
Todo el mundo conocía a Mina, la pequeña niña pelirroja que viajaba de una isla a otra en su extraña máquina  y que vivía con su abuelo en el islote número 15, casi a las afueras del gran atolón. Y era tan conocida por todos porque era ni más ni menos que la cartera oficial del Archipiélago. Por lo tanto, siempre iba de una isla a otra llevando la correspondencia de los isleños así como toda clase de paquetes. Para los islotes más lejanos la aparición de Mina era siempre un gran acontecimiento.
  Al atardecer, la joven piloto aterrizaba otra vez en su islita y el Abuelo, avezado mecánico, hacia el mantenimiento de la asombrosa máquina. El Abuelo, sabio entre los sabios, llamaba al aparato “planivion”, y decía a su nieta que hubo muchos más como aquel en la antiguedad, incluso algunos grandes como islas. Y que supo de su nombre porque una vez vio una imagen de uno en un libro muy muy antiguo.

Y así transcurrían los días en aquel perdido Archipiélago. Hasta que un día ocurrió lo imposible…

De lo que había antes del Principio






   

     Al principio solo hubo Caos ,¿pero qué hubo antes del Principio?. Nadie lo sabe porque de lo que hubo Antes nada ha quedado salvo yo y sólo yo puedo contarlo porque En el último Momento subí  a mi nave y escapé a otra dimensión.
 Éramos nueve planetas y nueve civilizaciones.: Las más avanzadas del Universo, pero también las que primero abandonaron a sus Dioses. Por ello, los Dioses se fueron desvaneciendo poco a poco hasta desaparecer  y el Caos se aprovechó de ello.
  Escudriñabamos los cielos nocturnos  con avidez y anotábamos todas las estrellas que había en el firmamento. Las catalogamos todas y les pusimos nombres de forma metódica , obteniendo un  gran regocijo con ello, ya que antes que nada éramos Seres Racionales, y nos encantaba contar y clasificar. Mientras ,  los templos fueron desmoronándose y cubriéndose de vegetación, nadie nunca más acudió a ellos.
Una noche apareció una Estrella más brillante que las demás , una nueva estrella.
¡Viva! Gritamos en los nueve planetas, y nos enviamos mensajes a través del espacio felicitándonos por la Buena Nueva .Una nueva estrella que estudiar .¿De dónde venía? ¿Cuál era su Masa?¿Tendría atmósfera?.  Para responder a tantas preguntas se organizaron comités a lo largo de los Nueve Planetas: Lo que nadie sabía  es que esa nueva estrella era el Caos.
 Por aquel entonces ninguno sabíamos que era el Caos en realidad. Pero el Caos ha existido siempre y  ha recibido muchos nombres: El Final de Todo, La Devastación Suprema.. y uno mucho más esclarecedor por encima de los demás: El Devorador de Mundos. Algunas de las mentes más sabias de otras dimensiones aseguran que el Caos es un dios, un dios hambriento y que éste viaja a través de las dimensiones y el tiempo , como una hoja de otoño que pasa de un arroyo a otro , o como un cuchillo que va cortando el aire y la carne. Cuando el Caos llega, si los dioses son jóvenes y fuertes, y si, lo que es aún más importante, los habitantes en Ese Universo creen fuertemente en Ellos, entonces el Caos se manifiesta débil y pequeño y salta huyendo rápidamente a otro Plano, a otros mundos. Pero nosotros ya  no teníamos Dioses.Ni siquiera uno pequeñito..
  Solo unos pocos meses después comprobamos con terror a través de nuestros telescopios que aquella Estrella se había convertido en un terrible remolino de fuego que iluminaba funestamente toda la galaxia y que crecía día a día, por lo tanto en los nueve planetas jamás volvió a ser de noche. Aquel Ser hambriento , girando y girando, fue devorando todo lo que iba cayendo en sus tentáculos de fuego. El Caos , cuanto más engullía más grande se hacía y su apetito insaciable crecía a la par sin fin.
  Presas del pánico, las nueve civilizaciones se unieron por primera vez y montaron otro comité. No eran precisamente humildes, porque creyeron que  con su poderosa tecnología serían capaces de parar aquella espiral ignominiosa que amenazaba la supervivencia del Universo que conocían y por ende de todos los que vivían dentro de él. Un pequeño anciano que vivía en un pequeño planeta apareció un día en el Gran Comité del planeta central , y dijo ante el Gran Consejo de Filósofos :
-“Preparad las naves para huir, ya que no hay ni Esperanza ni Salvación para todos nosotros: Hemos dado la espalda a nuestros dioses, los únicos que podrían haber hecho frente a La Gran  Aberración ( otro nombre más para el Caos..)”
Ni que decir tiene que una gran risa generalizada estalló entre todos los miembros del Comité.
 El anciano se encogió de hombros y se fué por donde vino. Yo fui el único que no se rió. Abandoné la Gran Sala por la puerta de atrás y comencé a construir un cohete en el patio de atrás de mi casa. Mis vecinos creían que estaba loco.
Solo unos días antes de la gran Devastación, después de lanzar misiles termonucleares y otras mil locas ideas contra el Caos (.. una de las ideas incluía una gran aspiradora espacial en un intento absurdo de aspirar al Caos) , los grandes Gurus de los nueve planetas se dieron cuenta del Grave Error: el Devorador de Mundos no podía ser destruido. Hubo gritos y desesperación. Mucha gente rasgo sus ropas y salió a las calles tirándose de los pelos, envueltos en lágrimas. Otros la emprendieron con los sabios del Comité y quemaron y sembraron la destrucción en el Palacio del Gran Consejo.
Sólo unos segundos antes, la gran Boca de Fuego, se abalanzó sobre los nueve planetas. Y sólo un segundo antes monté en mi cohete y escape del Caos. El Mundo que había conocido había desaparecido para siempre.
  Pero el Caos no se detuvo ahí, siguió devorando con avidez y creciendo desmedidamente. Y engulló el último planeta, el último asteroide, el último cometa, la última estrella y la única luz que quedó  fue la de su propio ígneo fulgor. Aun así , el hambre seguía rugiendo en su interior, un hambre atroz, insaciable, por lo  que empezó a  devorar la materia de la que estaba hecha el mismísimo Universo.
 Finalmente solo quedo una cosa: el Tiempo. Cuando comenzó a devorar el Tiempo mismo, notó como mientras iba engulléndolo Su propia Fuerza iba disminuyendo, y sus llamas terribles iban apagándose.. y sentía que se ahogaba..pero no podía parar.. Sólo entonces , en un pequeño y recóndito rincón de su ser, donde había aun una pequeña chispa de inteligencia,(de aquella inteligencia que era enormemente astuta y preclara en aquellas ocasiones en la que el Caos era un ser pequeñito pero que Ahora apenas tenía el tamaño de una nuez),en aquel rinconcito se hizo la luz y supo que se estaba muriendo..que la fuerza más poderosa del universo no era el Caos, sino el Tiempo, porque sin el Tiempo Nada Puede Existir.

Sintió como todo su ser se iba congelando , ahogando, porque el Tiempo iba estrangulándolo con sus frios dedos. Apenas tenía ya fuerza para dar un bocado más, (tampoco quería ya dar más bocados) y cuando estaba al borde del colapso y la desaparición, reunió las pequeñas fuerzas que le quedaban y pego un salto terrible haciendo estallar en pedazos lo poco que quedaba de aquel Mundo y huyendo así a otro plano.Y el tiempo, tras dos tic tacs parado, se volvió a poner en Marcha y nuevo Universo surgió. Uno aun pequeño, casi un bebe.. y de aquellos pedacitos que quedaron flotando del anterior aparecieron dos pequeñas llamas. Dos pequeños dioses acababan de nacer..

La Cena Espera







El viento trajo olor a tierra mojada.En el cielo las pardas nubes se arremolinaban con violencia.Observo como el campo,verde e intenso, se extendia hasta el horizonte y la hierba se agitaba con un mar de olas.Entonces estallo el trueno , el relámpago quebró en el cielo y la lluvia empezó a caer como una cortina oblicua e infinita.

Chapotearon sus pies a la carrera por el estrecho sendero de barro..un miedo ancestral y primitivo punzaba su corazón haciéndolo batir a un ritmo fretenico.La bóveda se partia en dos, la tierra se sacudia hasta las raíces mas profundas  y un rugido ensordecedor acompañaba al viento lastimero..
Al final del camino vio la luz en el umbral de la cabaña y la silueta de su madre recortada en oro.

El Despertar







          Desperté en un futuro muy lejano, en una camilla blanca. Acto seguido vomité sobre los azulejos. Mis pulmones se abrieron y absorbieron el oxígeno con el ansia de un pez fuera del agua. ¡Estaba vivo! ¡Era increíble!. Intente sobreponerme al dolor punzante que sentía en el pecho. Quería sentarme pero no podía, estaba lleno de cables por todo el cuerpo.Derrepente sentí pánico y empecé a gritar.
 Alguien entro en la sala corriendo. Examinó con precisión mis pupilas y yo observé las suyas con terror. Eran amarillas. Toqueteó algunas pantallas transparentes que surgieron de la nada.
-¿Dónde estoy? –pregunte ansioso.
 Dijo una frase, aunque apenas entendí algunas palabras sueltas. Palabras que remotamente  recordaban al idioma inglés. ¡Me tocó en la parte posterior de la cabeza! ¡Dios! ¡Note el frio! ¡Tenía algo implantado, clavado ahí detrás! Comencé a respirar deprisa. El cogió mi mano como para tranquilizarme y activó algo. De pronto vi una luz cegadora a la vez que una corriente eléctrica, como un látigo, recorría todo mi cuerpo. Fue apenas un segundo.
-¿Mejor ahora?
  Abrí la boca de estupefacción. Ahora si podía comprenderle. Esbozo algo parecido a una sonrisa.
-Gra...gracias –dije.
Alguien más entro y recogió el vómito.
Al rato me pasaron a otra sala donde había otra gente como yo. Estábamos todos sentados en unos extraños sillones con miles de luces parpadeantes. Todas las miradas reflejaban el mismo terror. Éramos gente mayor muy mayor, de una edad obscenamente avanzada. Deberíamos estar muertos y sin embargo allí estábamos. Mi compañero de al lado giro levemente la cabeza hacia mí. Una máscara cubría su boca.
-¿Quentin Dynamics? –dijo arrastrando las silabas con esfuerzo.
Asentí.Mi mente viajo en el tiempo en lo que para mí apenas habían sido unas horas. La multinacional Quentin Dynamics acababa de anunciar que habían completado con éxito los experimentos de criogenización avanzada. Decían en sus anuncios televisivos:” ¿Quiere ver el futuro? ¿Quiere vivir para siempre?”. Aseguraban que en apenas 20 años más de desarrollo serían capaces de devolver a la vida a alguien previamente criogenizado en sus instalaciones. El precio claro, era indecentemente astronómico. Por ello solo unos pocos accedimos al programa de Suspensión de Actividad Orgánica Indefinida, el SAOI.
     Unas horas después fui trasladado a otro lugar y encerrado en algo que se parecía lejanamente a un despacho. Alguien enfundado en un traje negro ajustado entró al poco de llegar yo allí. Se sentaba tras una mesa completamente lisa y vacia.Sobre su superficie negra se ilumino un cuadrado semitransparente y fueron apareciendo unos datos. Me pareció ver mi foto.
-          Bienvenido Mr. Sanders – dijo mientras se sentaba.
-          Ho..hola
-          Si no le importa, vamos a repasar algunos datos. Caucásico, edad biológica 93 años y 3 meses y 14 días…Artrosis, corregida. Trazas de células cancerígenas eliminadas. Ligera desviación de columna, corregida
-          ¿Qué?
-          Perdone, es simplemente protocolo. No me he presentado, soy Tarnel Vigdum.Jefe de la sección de Respuesta Temprana a Agresión Biologica.Como ya habrá deducido, le hemos revivido.
  Cuando iba a hablar, empecé a toser compulsivamente. Tarnel espero pacientemente sin borrar un segundo la sonrisa de su cara. Finalmente conseguí preguntar algo que me estaba reconcomiendo desde hacía horas.
-¿En qué año estamos? ¿2045?
- Hemos repasado varias líneas cronológicas. “En su línea temporal” efectivamente había una empresa llamada Quentin Dynamics que aseguraba que en 20 años podrían recuperarles de su estado de suspensión orgánica permanente. Lamentablemente no fue asi.La empresa entró en quiebra y cerró. Un siglo después hubo una gran guerra y su especie casi desapareció.
-¿Mi especie? ¿Un siglo después? ¿Una gran guerra? – apenas podía articular palabra
-Respondiendo a su pregunta, y de acuerdo al viejo cómputo. Estaríamos en el año 2344 aproximadamente.
Literalmente me quede sin habla.Tarnel pulso un botón táctil de la mesa y un extraño fluido amarillo entró por una de mis venas cableadas. Me sentí inmediatamente más tranquilo. Mi interlocutor continúo con su explicación:
-Les encontramos a todos ustedes en un bunker a más de un kilómetro de profundidad. Creíamos que en la vieja Tierra ya no quedaba vida alguna. Se podría decir que todo fue fruto de la casualidad. Se preguntará ahora lo siguiente: si ya no existe Quentin Dynamics, ¿Por qué les hemos revivido? Le diré algo. La muerte es imparable incluso en el futuro en el que ahora vive. Por lo tanto, a usted como a sus compañeros apenas le quedan unas horas de vida. Sin embargo su capacidad inmunológica es increíblemente superior a la nuestra. Sus cuerpos, paradójicamente son más jóvenes y fuertes que los nuestros. Resisten mucho mejor las enfermedades. Encontrarles ha sido un regalo imprevisto, impagable. Tal vez después de todo si exista algún Dios, quien sabe , y este siga velando porque la vida no acabe de desaparecer.
-¿Entonces voy a morir? – pregunté.
Sanders volvió a pulsar el botón y aquel  terrible pensamiento súbitamente desapareció.
-Durante estas últimas horas voy a enseñarle cómo es el Futuro. Y va a ver cosas increíbles  y maravillosas, cosas que ni en sus más audaces sueños llego jamás si quiera a imaginar. Le aseguro que al final este despertar, este salto hacia el futuro, va a ser lo mejor de toda su vida.


El Mar de Arena









El Mar de Arena está  situado en el extremo sur del continente, frente a las costas de Coowan y es inmenso. Es una de las grandes maravillas de este Mundo y uno no debería morirse sin haberlo visto al menos una vez. La primera vez que estuve frente a el sentí mi corazón encogerse de emoción y terror ante semejante espectáculo de los dioses. Los vientos aullaban salvajes y empujaban olas gigantescas que rompían contra los acantilados de coral con inusitada violencia. Era como un enorme ser vivo, salvaje y desatado. No entendía que fuerza misteriosa empujaba a los piratas rurhmari a aventurar sus pequeños barcos en aquellas dunas ciclópeas, barcos que se levantaban hacia el cielo  desafiantes, montando a la bestia de arena que luego  descargaba su fuerza incontenible contra la superficie embravecida en un baile que nunca terminaba. Muchos barcos eran engullidos, pero la mayoría conseguía llegar a puerto. Y así había sido desde siempre. Yo, en la costa, protegía mi cara con el sareb, que cubría gran parte de mi rostro y sentía el dolor punzante de los granos de arena que volaban a mí alrededor y chocaban contra mi cara y mi cuerpo. Las tormentas en el Mar de Arena eran fabulosas y temibles. Se originaban en el centro del propio de Mar, en lo que se conocía como el Ojo. Un terrible torbellino que todo lo engullía. Muchos barcos del imperio, destructores y carracas habían desaparecido en el centro del remolino, porque sus capitanes se habían confiado demasiado. Y a pesar de todo el Mar de Arena seguía siendo la ruta comercial más corta, y por ello más transitada, entre el estuario de Drengist y los países del Sureste.

Lo que nadie  sabía es qué  había más allá del Gran Ojo. Nadie había conseguido nunca sortear el colosal remolino, donde las tormentas se batían con mayor fiereza. Tal vez al otro lado hubiera otro continente , habitado por otras gentes que también intentaron cruzar y fueron devorados por el remolino. Eso solo lo sabe Juin, nuestro señor que todo lo ve.

La segunda vez que vi el Mar de Arena  fue cuando ya era un anciano. Decían de mí por aquel entonces que era un Sabio y mi nombre era muy conocido en todo el Imperio. Los barones siempre me llamaban para que acudiera a sus palacios porque creían que podía ver el futuro aunque no era así. La segunda vez que vi el Mar de Arena, el Pinjoli como lo llaman los piratas del Rurh, me quede tan acongojado como la primera vez. En aquella ocasión estaba en calma. El sol se ponía en el horizonte junto con las primeras estrellas y las dunas se mecían tranquilas hacia el infinito. Aquella vez lo que emboto mis sentidos fue su inmensa e inabarcable belleza. Algunos barcos de coral del Imperio navegaban tranquilamente  y los vientos soplaban sobre sus velas, transportándoles indolentemente hacia el Este. Una brisa cálida acompañaba la caravana que nos llevaba sobre los acantilados de Coowan hacia el estuario de Drengist. Allí nos esperaba el palacio de Thalarassa y el Barón de Prey.El camino Imperial fue descendiendo paulatinamente y ante nosotros se desplego el legendario puerto de BaanCrist, que pudimos ver desde lo alto plateado y brillante, con su forma de medialuna  y con sus cuatro torres de piedra que todos los poemas cantan. Una maravilla de la ingeniería de su tiempo. En las dársenas se agolpaban los barcos de coral de todos los tamaños y formas, atracados plácidamente bajo la luna de verano. En el puerto el bullicio era palpable. Y las lucecitas de farolillos y tabernas iluminaban los muelles por doquier. Nosotros seguimos por el camino real, rodeando el puerto lentamente hasta llegar a las negras murallas del Palacio de Thalarassa. Por detrás se elevaba hacia el cielo estrellado la gran pirámide escalonada con miles de ventanas iluminadas donde seguramente cientos de escribas y funcionarios seguirían trabajando hasta las primeras luces del alba.
   Las puertas de bronce se abrieron y mis acólitos fueron acomodados en sus habitaciones por los sirvientes del palacio. Yo en cambio, acudí con mi hija a la cámara del Barón a donde fui llamado tan pronto como este se enteró de que acababa de cruzar la muralla con la caravana de comerciantes.

El Barón de Prey era muy obeso y excesivo en todo. Tan lejos del Imperio y de su capital había abandonado los modos austeros, el rigor, y la sobriedad militar tan propia de Ihlandris, cambiándolos por el lujo y las riquezas de los ambientes cortesanos del sur. Su armadura imperial estaba en un rincón perfectamente pulida y ornamentada, pero era más que evidente que sería incapaz de volver a enfundarse en ella. Ya no era el audaz general de los ejércitos del Sur, sino un hombre de negocios amante de la buena comida y las partidas de Chais hasta altas horas de la madrugada. Reposaba su inmenso cuerpo sobre un pequeño trono con un respaldo de coral profusamente ornamentado. La cámara real se encontraba en una terraza al aire libre situada en el último piso del palacio, iluminada por varias lámparas  situadas en círculos alrededor del trono. Cuando entré en la terraza,  el Barón se encontraba disputando otra partida de Chais con un esclavo muy anciano y bebiendo lisonja, una bebida prohibida en el imperio y traída desde Martian, la selva de las flores, Estaba prohibida porque creaba una terrible adición y un no menos terrible insomnio.

Al oír mis pasos el Barón levanto la vista del tablero y dijo con una amplia sonrisa:
-¡Ah! Por fin has llegado. Juin ha iluminado bien tu camino hasta aquí.
-Que la Luz bendiga también tus pasos excelencia.
El Barón hizo aspavientos con una mano y escancio una copa de lisonja para ofrecérmela a continuación:
-dejémonos de títulos y ceremonias Maestre. Ven aquí conmigo, bebe, asómate al balcón y contempla estas impresionantes vistas.
No acepte la copa por supuesto, en cambio sí que me acerque y observe impresionado el legendario Mar de Arena meciéndose tranquilo bajo la plateada mirada de la Señora. El sonido de las olas de arena chocando lánguidamente contra el puerto llegaba hasta allí arriba junto con un aroma de sal y especias. Las estrellas cubrían la bóveda y una cálida brisa agitaba mis escasos y grises cabellos.
-¿No es hermoso? –dijo el Barón.
-Igual o más que la primera vez que lo vi, cuando era apenas era un jovenzuelo.
-Me cuesta imaginar Maestre que hayas sido alguna vez joven.
-Fue hace tanto tiempo que a veces también me pregunto si lo fui alguna vez. – respondí con una sonrisa.
La mano regordeta del Barón cogió fruta de un cuenco y la llevo a la boca  de este con avidez.
-Normalmente te habría llamado para que acudieras a mi palacio simplemente por tener una conversación con uno de los más grandes Sabios de nuestro tiempo, ya quedáis muy pocos. Pero la realidad es que te he hecho llamar por un acontecimiento extraordinario. Venid conmigo.
  Acompañe al Barón a otra sala, mucho más oscura y pequeña. En el centro había un altar de piedra y sobre el un cuerpo cubierto con un lienzo. Un plateado haz de luz entraba por un ventanuco en el techo e iluminaba el altar.
-Fue hace tres noches.- empezó a relatar el Barón -Las estrellas giraban hacia el solsticio y Selene estaba oculta en el cielo. Entonces los astrónomos predijeron un gran cambio... Hace tres noches una terrible tormenta se desato sobre el mar.Tan grande y tan violenta era , que pensamos que se acercaba el final del mundo conocido. Miles de nuestros barcos atracados fueron arrancados del puerto y arrastrados a alta mar,  y allí se hundieron para siempre. La tormenta duro un día entero y a la noche siguiente todo volvía a estar en calma. Agradecimos a Juin con generosos sacrificios que hubiera sido capaz de aplacar la ira de su esposa una vez más. Entonces vimos lo extraordinario: un enorme barco había encallado en los acantilados de BaanCrist y por la playa habían aparecido cientos de cuerpos muertos de criaturas que jamás antes habíamos visto. Criaturas como esta.

 Y el Barón retiro el lienzo







La Despedida

Una tarde de primavera de 1898  los amigos volvían a reunirse en el Café Gijon.El último en llegar como siempre fue Rafael.
-¡Dichosos los ojos! –exclamo Juan Villamir levantándose de la mesa.

-Mis queridos amigos y conciudadanos, que alegría verlos de nuevo- respondió el otro con una amplia sonrisa de oreja a oreja. Se quitó el sombrero y lo colgó en una percha cercana.
-Te hacía por el África matando elefantes – dijo Tomas el Notario socarrón.
-Bien sabe usted que mis deberes como marques me dejan poco tiempo para el ocio, aun así ardo en deseos de volverme a perder por el continente negro.
-Bueno, pues ya que estas aquí paga los carajillos- rio Juan
-No me parece mala idea – dijo el más bajito de los amigos entorno a la mesa
-¿y qué has estado haciendo este último mes? – pregunto Juan a su amigo del alma.










La luz de la calle se apagó un poco a través de los ventanales. Acaso una nube errante tapo por un momento el sol. Las bombillas del café brillaban con fuerza.
-No ha sido un gran mes precisamente. ¿Os acordáis de mi sobrino Miguelito?
-Claro. Un gran zagal – apunto Tomas con aquel marcado acento gallego.
-Pues iba a contraer nupcias muy pronto, el próximo 20 de abril. Una chica preciosa por cierto. Ojos azules como el mar.Piel blanca de porcelana...
-¿Iba? –interrumpió Cosme.
-Iba. Por desgracia la pobre fue atropellada por el tranvía cuando cruzaba la calle por Tetuán.
-¡Válgame Dios!- exclamo Juan
-Lo siento de veras – dijo Cosme dando unas palmaditas al Marques.
-Bueno, la historia no acaba ahí. Mi sobrino, tras el funeral, estuvo varias semanas encerrado sin querer salir de su habitación, con todas las persianas echadas. Ya sabéis ese carácter tan suyo que tiene...
-Lo más normal del mundo Rafael, perder a tu futura esposa así… ¡terrible! –apunto Tomas dando un golpe con el carajillo en la mesa.
-Siempre ha sido un chico muy melancólico también- dijo Juan.
-Ciertamente, incluso diría algo tendente a lo depresivo. Sabéis que le gustaba pasear por los cementerios y esas cosas.
-Yo veo a Miguelito como un romántico demodé, de aquellos de principios de siglo Rafael.-apostillo Tomas.
-No podía ver así al chico. Llame a un médico y apareció por el palacete a eso de las ocho de la tarde de hace 2 semanas. Un tipo realmente singular. Se autoproclamaba un progresista de pro y me recrimino mi encendida crítica hacia los tranvías y el peligro que suponía ya andar por cualquier calle de Madrid. Sin embargo, lo que me dijo a continuación sí que me sorprendió debido al contraste que suponía con respecto a su cháchara anterior.

-¿Qué te dijo? – pregunto Cosme
- Más que decirme me dio una tarjeta. “no puedo hacer nada por su sobrino”, comento,”su enfermedad está en el espíritu y no en el cuerpo, sin embargo esta persona tal vez sí que pueda ayudarle”
El marques bebió el último trago de su carajillo.
-¡Por Dios Rafael que nos tienes en ascuas! – Exclamo Tomas- ¿Qué ponía en esa tarjeta?
-Ponía. “Eulogio Monforte, Prestidigitador, Arenal 25 Bajo”
-¿Prestidigitador? – repitió Juan
-Efectivamente. No pude sacarle más sobre quien era este hombre y que podía hacer para curar a mi sobrino. Aun así, saque a Miguelito de las tinieblas de la habitación y le lleve a rastras hasta aquel lugar que resultó ser un teatro antiguo.
-Vaya, la historia se está poniendo interesante señor Marques- comento Juan.
-Bueno, pues no ha hecho nada más que comenzar. Mi sobrino y yo abrimos los ojos como platos cuando el susodicho Eulogio nos pasó a su despacho. Allí pudimos observar la más extraña máquina que jamás habían contemplado nuestros ojos con anterioridad. Era una especie de torre de espejos unidos por miles de ruedas dentadas que llegaba hasta el techo. El hombrecillo prestidigitador, cuando vio nuestra asombrada mirada, rápidamente tapo con un paño oscuro el invento. “¿Qué se les ofrece?” dijo “Venimos recomendados por el doctor tal” le dije, y le conté la desgracia de mi sobrino y como había perdido a su prometida en tan trágico accidente del destino.
-¿Un tipo raro no? –pregunto Cosme
-Desde luego. Como decía, era un hombrecillo embutido en un chaqué de paño del siglo pasado, raído y lleno de polvo. El despacho estaba solo iluminado por un viejo candil que daba un aire surrealista a la escena.
-¿y que dijo?
-dijo. “ya veo, no sé qué les habrá contado mi amigo el médico. Pero sepan ustedes que no puedo traer a Isabel de vuelta de la muerte, no al menos definitivamente”. Mi sobrino y yo nos quedamos a cuadros como es natural
-¿Traer de vuelta? ¡¿De la muerte?!- exclamo Tomas
-!necesito otro carajillo! !Enrique ponnos otra ronda hombre!- grito Juan de Villamir.
Rafael encendió un cigarro y  continúo:
“El hombrecillo,  a pesar de su pequeña complexión, llevo con soltura la enorme maquina al escenario principal del teatro. El cual, por cierto, llevaba más de veinte años cerrado según nos dijo. La coloco en un extremo y sentó a mi sobrino en una silla en el otro. Este estaba tan impresionado por todo que no abrió la boca en ningún momento. Estuvo al menos media hora manipulando el extraño artefacto, moviendo sus espejos y ajustando engranajes. Yo me senté en la primera fila de butacas como si aquello fuese a ser una representación de la Traviata.Eulogio finalmente termino y entonces, desde la penumbra del escenario miro a mi sobrino y le dijo.-ahora llama a tu amada, con fuerza. Yo enarqué una ceja y me pregunte por primera vez que diantres hacíamos allí. A Miguelito, que si creía en esas cosas, comenzó a temblarle el labio inferior incapaz de pronunciar palabra. El predistigitador entonces frunció el ceño y alzo la voz demandante:- ¡llámala! Como si se hubiera activado un resorte en el pequeño cerebro de mi sobrino, este respondió a la demanda! Isabel! ¡Isabel!. La máquina empezó a emitir un silbido y los espejos empezaron a moverse. Observe entonces que el hombrecillo había situado el artefacto bajo un haz de luz que se colaba de un pequeño ventanuco del techo y que este haz daba en un primer espejo en lo más alto de la máquina y luego rebotaba por otros más pequeños hasta que el ultimo proyectaba el haz sobre el suelo.-Mas alto!- gritaba Eulogio.- ¡Isabel, amada mía!!-imploraba Miguelito. Entonces, de repente mi sonrisa socarrona se borró de golpe. Delante de los espejos, bajo el haz de luz, empezó a formarse una figura de mujer translucida. Tenía los brazos extendidos hacia Miguelito, parecía llorar. Mi sobrino se quedó petrificado, se levantó de la silla y empezó a retroceder. El vestido de Isabel aparecía hecho girones, tal vez resultado del atropello. Abría su boca, como yo abría la mía intentando decir algo coherente, pero no podía. Eulogio manipulaba la maquina con tesón y grito a mi sobrino: -¡despídete de ella ahora imbécil!!¿Acaso no has venido a Eso? Pero mi sobrino corría butacas arriba. El enorme artefacto entonces empezó a petardear y la imagen de Isabel se disolvió en las partículas de luz. Todo se quedó en silencio de nuevo.”

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Su aliento olia a sal





La gabardina recién colgada en el perchero olía a mojado, tanto como el asqueroso cuchitril en el que estaba:mi despacho. Fuera , la tormenta seguía arreciando y la lluvia golpeaba con fuerza los cristales. Apagué otro cigarrillo en el cenicero rebosante de colillas y seguí mirando la puerta. Detective ponía leído del revés. La  noche caía y la oscuridad crecía lentamente en la habitación. Encendí otro pitillo y un leve resplandor rojo ilumino mis ojos. La humareda se extendió por el ambiente.
  Pensaba en mi último cliente y su trabajo. El último caso siempre parecía el más difícil. Casi veinte horas olisqueando en los muelles, paseando mi sucia nariz por sus oscuros rincones. Aquella mujer ahogada, la victima. Y La foto, la famosa foto tan manoseada por mis grasientas manos. “¿Conoces a esta mujer?” “¿Ha visto usted alguna vez a esta mujer?” Pero nadie la conocía. Nadie salvo su marido, un marido hundido. Como el amor de su vida, que apareció  en el lecho marino del puerto atada a un bloque de cemento. Una mirada de horror mordisqueada por los peces. Mis ojos se entrecerraban. El cansancio. Abrí el cajón y saque la botella. A mitad de un profundo trago caí dormido.
De repente un estrepito me arrancó de los brazos de la inconsciencia. ¿Cuántas horas había dormido?. Mis ojos parpadearon acostumbrándose a la oscuridad reinante. Y según se habituaban fue formándose una figura. Primero vi sus pies descalzos y un charco de agua extendiéndose a su alrededor. Después su pelo mojado cayendo sobre el rostro. Lo último, sus ojos llenos de ira. Grité lleno de horror. La figura, como impulsada por un resorte, camino enérgicamente hasta mi mesa y se encaramó sobre ella mojando los papeles .Su cara embotada, sus párpados azulados , apenas estaban a escasos centímetros de mis ojos. De su pelo colgaban algunas algas. Por su nariz resbalaban gotas de agua. Abrió la boca lentamente. Su aliento olía a sal… Entonces dijo en un susurro:

-Fue mi marido, idiota. Siempre fue él.