viernes, 19 de junio de 2009

LA SOMBRA DE NEGRAS ALAS


!Lo más terrible de las historias que cuento es que son ciertas! y esta me pasó este lunes.

6:50 (cuarteles generales-mi casa vamos). Aquella temprana mañana un taxi recorría las calles de San Sebastian de los Reyes en dirección a mi guarida.Iba a recogerme para llevarme al Aeropuerto en uno de mis habituales viajes de negocios.Mientras, la ciudad se desperezaba e iban asomando las primeras luces del alba, a la par que las estrellas se iban retirando.Yo, arrancado de los brazos de morpheo, deambulaba como vampiro por la habitación ,hurgando en los armarios con desgana.Despues de peinarme torpemente (nunca consigo salir con el mismo look por la mañana), agarré la maleta y la arrastré escaleras arriba hacia la puerta.
No sé que me empujo aquel día a entrar en la cocina, bueno si, el zumo de naranja.He de reconocer que soy un animalillo de costumbres ( otros dirian un ser predecible).
Lo terrorífico de esta historia , que es de terror, en realidad empezó en aquel preciso instante : el momento en el que ,envuelto en penumbras, entré en la cocina.
Estoy seguro que habéis sido espectadores y víctimas de películas de terror en las que uno lo pasa fatal porque no paran de pegarle sustos.Siempre, en el momento más inesperado, algo surge de lo más oscuro: una mano, un hacha, una motosierra...En mi caso fue un murciélago y tal respingo pege que me falto poco para acabar colgado de la lámpara del techo.Voló la alimaña hacia mi con agresividad y rozó mi cara con sus negras alas.En ese momento, yo huí como una rata en peligro.La palabrota que solté en aquel momento no la puedo escribir aquí porque este es un blog para todas las edades.
Me llevo varios minutos recuperarme del susto, en un rincón del salón tirado, mientras el ser diabólico volaba como enloquecido en círculos.Armándome de gran valor y esquivando sus acometidas, consegui llegar al otro extremo y abri de par en par las ventanas. Aún así, el bicho o no se daba por enterado , o prefería un salón con te le de plasma a la libertad del exterior ( de la que tal vez ya se había aburrido). Mi mente fría y calculadora necesitaba idear un plan rápido.Apenas faltaban unos minutos para que el taxista apareciese y no quería quedarme en tierra.Dicen, que los cerebros más privilegiados idean los mejores planes cuando están bajo presión.No es mi caso.Lo único que se me ocurrió fue coger la mopa e intentar batear por la ventana al engendro alado.Os aseguro que no es nada fácil.Mientras agitaba con violencia el utensilio de limpieza por el aire, el vampirillo cada vez hacia vuelos más erráticos (yo creo que se estaba mareando de tanta vuelta) y se chocaba por las paredes.Yo corría detrás de el dando bandazos con la mopa, que por cierto, desprendía todas las pelusas acumuladas laboriosamente durante meses, esparciéndolas por todo el salón.
No conseguía acertar a la bestia, y esta tampoco parecía querer salir.Por lo que opté por el plan
B: abrir la puerta de la calle, que estaba en una de las paredes del salón. Me arrastre hasta allí y abrí desesperado.
Mientras, el tiempo se agotaba y el taxista giraba la esquina y bajaba por mi calle.Pensé que con dos salidas, por estadística por alguna tendría que salir. Por un momento imagine al vecino de enfrente en el umbral de la puerta abierta de mi casa, mirando a un friki con una mopa en la mano, lanzando juramentos y batiendo el aire enloquecido.
Aun así, el murciégalo no se iba.(claro, como son ciegos, pensé).El pobrecillo , de cansancio, ya se quedaba agarrado a la cortina de vez en cuando.Y yo, por supuesto, no le dejaba descansar ( tenia prisa). Al final no se si fué la divina providencia o la suerte ( o la práctica) , pero conseguí acertarle en toda la cabeza justo cuando pasaba por a lado de la ventana.Literalmente lo batee y salió disparado hacia el exterior.Creí que me lo había cargado, pero después de tres o cuatro aleteos aturdido, recuperó la compostura y siguió su vida.Estoy seguro que jamas olvidaría aquel día ( yo tampoco)- tampoco sé si la memoria de los murciélagos es como la de los peces.
En aquel preciso instante sonó el timbre de la puerta.Era el taxista, que me esperaba abajo. Mi chica apareció adormilada subiendo las escaleras y me dijo:
-¿que ha pasao?

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