miércoles, 1 de julio de 2009

La llave (Capitulo segundo)


La vida del marino suele transcurrir casi toda en mitad del mar.Incluso cuando pasa largas temporadas en tierra , sólo es capaz de soñar con el océano infinito y un cielo sin nubes.
Cuando vive lejos de la costa, el marinero camina por la ciudad con la mirada perdida y se mueve torpe entre la gente , como un barco sin rumbo. El único lugar donde los marineros se comportan como auténticos anfibios es en el puerto , y sólo allí , al abrigo del rumor de las olas, están tranquilos y alegres.

Recuerdo que solía escribir sobre estas cosas en mi camarote bajo la luz de una bombilla amarillenta.A través de la claraboya observaba como pasaba otro día más sin poder abandonar el puerto.Las tormentas no habían parado de barrer la costa y las olas se levantaban y golpeaban el muelle como gigantes furiosos. Muchos de mis compañeros andaban nerviosos, como gatos encerrados. En más de una ocasión las viejas rencillas , que solían viajar calladas bajo el suave vaivén del oleaje en alta mar, surgieron rabiosas en medio de aquel cielo plomizo.Hubo que separar cuchillos y marineros a partes iguales.

Y así pasaban los días interminables, encadenado el barco en el malecón como un prisionero.
Yo miraba , bajo aquella precaria luz, la llave que había ganado la noche pasada en la partida de poker. Hasta entonces no había reparado en un detalle: tenia unas toscas incisiones que formaban un número, el trece. Mi compañero de camarote, con un ojo menos pero más perspicaz que yo me dijo.

-Seguramente abra la puerta de algún almacén del muelle.Recuerdo que cada uno tiene puesto un numerito.

-Podría abrir cualquier otra cosa-le repliqué yo. Y es que no quería que ninguno de aquellos camaradas, de frágil lealtad, pusiera demasiado interés en mi preciada llave.

En cuanto cayó el atardecer y amainó un poco la perenne lluvia , me deslizé fuera del barco.
Los muelles se encontraban vacíos salvo por alguna postrera sombra que buscaba donde dormir y se arrastraba hacia algún callejón.

Caminé por entre las estrechas callejas de los almacenes buscando la ansiada puerta.Y apareció por fin, oculta en la penumbra más allá de la luz de una farola del puerto.Puse la oreja en la madera, por si hubiera gente dentro, pero nada se oyó al otro lado.Introduje la herrumbrosa llave y por un momento pensé que aquella no era su cerradura, pues no giraba.Sin embargo cedió al fin y la puerta se abrió un quejido lastimero.

En el interior del almacén solo se adivinaban formas oscuras.Encendí una lámpara de aceite que encontré sobre un barril .La habitación se iluminó con un fogonazo y apareció ante mí , misteriosa a la luz del candil, como si fuera el decorado de un teatro antiguo. Por aquí y por allá yacían miles de objetos curiosos: estatuas clásicas,jarrones chinos, cofres tachonados de clavos.. sin duda el capitán holandés había viajado mucho y esta era la guarida donde había ido acumulando sus tesoros.

-"ahora son mios" -pensé. Pero claro, yo era en realidad muy joven.Ni siquiera recapacité un instante sobre como me llevaría todo aquello de allí.

Entre las sombras de un rincón descubrí un viejo escritorio lleno de libros.Los observé con atención : libros de cuentas , deduje por el contenido que se adivinaba bajo la capa de polvo que tenían.Había otro libro solitario abierto en una esquina de la mesa. Lo iluminé con el candil y lo leí someramente. Era una lista de cosas , un inventario del almacén.Y cada entrada tenia un breve comentario..

"Jarrón etrusco del año 834 a.c.Comprado en el mercado de Basilea,etc,etc".

A pesar de que me consideraba a mi mismo un ignorante ( ya que nunca había ido a la escuela, ni recibido formación académica alguna), miré con renovado interés a mi alrededor.Sin duda todo lo que allí debía valer una fortuna.¿Y si el holandés volvía? ¿Y si reclamaba aquello como suyo?. Leí la última entrada del inventario..

"..y mi más preciado tesoro.Comprado en Beijin a un joven misterioso, a pesar de que estaba desesperado por conseguir dinero, mi última posesión me ha costado una fortuna.Lo llaman shan fen.., espíritu de la montaña, es lo más sorprendente que he visto nunca..podría decirse.."

De pronto se oyó un golpe. Del respingo que dí tropecé y la lampará cayó a un rincón apagándose.Súbitamente,todo se quedó a oscuras.Entonces ,de lo más profundo de la negrura surgieron unos sollozos.., como si un niño llorase, aterrorizado me di cuenta que aquel llanto no era humano..

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